Yo creo que en las edades extremas está la sintonía, es así que con el niño tenemos pocos desacuerdos, en cambio en la ecuación niño y madre, Adelaida e hija, madre del niño, hay entredichos en casi todo.

El niño y yo, estuvimos haciendo anotaciones, mechadas con un poco de dibujos, palabras por mi parte, dibujos por la suya, escribiendo una bitácora de la amapola.

Ese día le expliqué al niño lo que era un blog, para qué servia, o para qué lo usaba yo, ya que hay muchos otros usos, que posiblemente ni sospecho.

Niño, le dije: yo seré el notario, vos me decís qué debemos escribir y yo escribo, a tus dibujos los escaneamos y los incluimos en la bitácora.

Al principio no entendió mucho, sólo lo entendió cuando vio la primera prueba que hicimos.

El dibujo del niño era la amapola, ya crecida, de color rojo, pero con ojos, y unas rayas azules y algunas estrellas.

Mamá, me preguntó mi hija, qué es esa cosa extraña que ha dibujado el niño, dice que es una ampolla, pero no entiendo qué es.

No te preocupes hija, es que escuchó en la televisión que de las ampollas salen las heroínas y lo que ha dibujado es algo así como el traje de la mujer maravilla en los pétalos de la flor.

¿Qué clase de programa era?, no lo habrás dejado ver esos programas médicos que hablan de niños en probetas o inventos raros en laboratorios ¿no?, a ver si tiene pesadillas y no duerme.

El niño tiene buena imaginación, luego me preguntó cómo se transforma la flor en la heroína, luego estuvo diciendo que tal vez por eso vuelan las heroínas, de repente dedujo que por eso vuelan los insectos, porque beben el jugo de las flores.

Cuando salga la amapola, tomaremos té de amapola, le dije, capaz que aprendemos a volar también le dije, usando esa palabra: capaz, y él en el acto dijo: capas, como las de las heroínas.

Nosotros somos una camada, Abu, yo, vos y la amapola, porque las camadas se cuidan entre sí, no como los peces o los lagartos, dijo, mientras armamos una sesión para estirarnos, retorcernos, estrujarnos a ver si despertábamos los huesos, luego de las horas en la computadora, hicimos eses con la cabeza, nos pusimos boca abajo en el piso, mientras le digo al niño que los héroes hacen cosas como esas todos los días, y que todos los héroes tienen un segundón, alguien que los ayuda a ser héroes, también hacen otros trabajos como relatar son acontecimientos del héroe, pues de otro modo no se sabría nada sobre sus vidas.

Los segundones no nos estiramos tanto, ni tanto tiempo, pero ayudamos a los héroes ha hacerlo, así que vos seguí mientras yo relato lo que vos haces.

Nos pusimos a hablar del Quijote de la mancha, y que sin Sancho, la familia no se hubiera podido enterar de qué pasaba con Alonso Quijano.

También que mientras Alonso veía cosas, Sancho veía otras, sin eso cómo sabríamos que lo que veía Alonso no era real, Sancho decía la verdad de lo que era, por ejemplo, la escena de los molinos, Sancho sabe que son aspas, mientras Alonso ve gigantes.

Qué divertido, dijo el niño, es como vivir dos vidas.

Las mismas dos vidas de nuestra amapola, pensé, una en la que es la ampolla de la que brotara la heroína, otra en la que es la flor tímida que no decide salir.

Pronto, tomaremos té con hojas de amapola y cosecharemos las semillas, con algunas probaré no sembrarlas, sino dejarlas en algún impreciso lugar, a ver con qué configuración nos sorprende cuando brote, si decide hacerlo.

Lamento haberle sugerido Adelaida que se dedicar al jardincito, dijo mi yerno, ahora el niño no habla de otra cosa.

Lo que se dice: el tiro por la culata. No hay expresión mejor.

Pero es mejor dedicarse a algo gástricamente inofensivo que estar pegado a la computadora, al menos ese es el diagnóstico de mi yerno.

 

Adelaida Sharp